Un día, Dios pidió a Abraham que sacrificara a su hijo en uno de los montes que él le indicaría. Cuando llegó al lugar del sacrificio, su hijo le preguntó dónde estaba el cordero para el sacrificio. Abraham le respondió que Dios mismo proveería el cordero. Luego ató a su hijo y lo puso en el altar sobre la leña. Cuando extendió la mano para sacrificarlo, un ángel del Señor le llamó desde los cielos, diciéndole que no hiciera daño al niño.

Abraham levantó los ojos y vio a sus espaldas un carnero cogido por los cuernos a un arbusto. Abraham tomó el carnero y lo ofreció a Yahveh por su hijo. Dios se había provisto de un sustituto en lugar de su hijo que iba a morir. En lugar de morir su hijo, fue el carnero.

Este acto prefigura la muerte de Jesús. Dios lo envió como sustituto para ocupar el lugar de los condenados. Por eso, cuando Jesús vino a él, Juan el Bautista (يحيى) lo señaló y dijo: “¡Aquí tenéis al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (La Biblia, Juan 1:29)

Resulta extraño que en el Islam la fiesta celebre este incidente y, sin embargo, se pase completamente por alto su significado central. El carnero fue sacrificado en lugar del hijo. El joven vivió, el carnero murió. Era una prefiguración de lo que haría el Mesías cuando viniera a morir en lugar y a favor de los pecadores culpables.

A continuación, un resumen de esa historia:

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